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Deutsche Bank pone a rodar cabezas pero sigue sin encontrar el rumbo

Deutsche Bank pone a rodar cabezas pero sigue sin encontrar el rumbo.

Aldo Mas

Josef Ackermann, Anshu Jain, Jürgen Fitschen y John Cyran. Desde 2012, ellos son los CEO que han pasado con más pena que gloria por la dirección de Deutsche Bank, el mayor banco de Alemania y una de las entidades clave en el mundo de las finanzas.

El cargo que ocupara hasta hace unos días el británico John Cyran está ahora en manos de Christian Sewing. En unas jornadas “caóticas” de cambios para la entidad, según los términos del diario Süddeutsche Zeitung, ha recaído sobre Sewing la responsabilidad de sacar a flote un banco debilitado por sus errores del pasado.

En los tres últimos años, a Deutsche Bank le ha tocado encajar pérdidas millonarias. Ha tenido que asumir costosas sanciones, por ejemplo, dada su participación en el escándalo del Líbor – en el que hubo manipulación en el tipo de interés del mercado interbancario de Londres – o por contribuir al lavado de dinero procedente de Rusia utilizando sucursales en Moscú y Londres. De un tiempo a esta parte, los números de esta institución con casi 150 años de historia y 100.000 empleados en 70 países han dejado de ser satisfactorios. Y tanto.

Las pérdidas, infladas en 2015 por los procesos judiciales, fueron ese año de 6.800 millones de euros. En 2016, las pérdidas alcanzaron los 1.400 millones de euros y, en 2017, año en que se supone iban a regresar los beneficios, las cuentas del banco ofrecían de nuevo un balance negativo: 497 millones de euros perdidos. El valor de las acciones ha pasado de los 23,78 euros por título de principios de 2012 a los 11,70 euros registrados esta semana. En los años de bonanza, antes de la crisis de 2008, la acción de Deutsche Bank llegó a valer 88,46 euros. La caída comenzó con la crisis de las 'subprimes' en Estados Unidos, una crisis en la que el banco con sede en Fráncfort jugó un destacado papel.

A la vista está que la gestión de Cyran, quien entrara en la entidad en 2015 con las intención de dirigirla al menos hasta 2020, ha estado marcada por las pérdidas. También ha dejado su impronta por una dura reestructuración que en último término suponía el cierre de un cuarto de sus sucursales y hasta 23.000 despidos. El negocio minorista de Deutsche Bank en España también apareció en el punto de mira de Cyran. En su momento, se habló de la voluntad del banco alemán de deshacerse de ese negocio. Deutsche Bank tiene en España 230 oficinas y 2.500 trabajadores.

El pasado verano, sin embargo, los trabajadores en suelo español del que es el mayor banco de la zona euro se salvaron de la quema. Es más, en Deutsche Bank piensan ahora que Madrid podría ser el nuevo hogar de parte de la plantilla de unos 8.500 empleados que el banco germano tiene actualmente en Londres. El 'brexit' obligará a reubicar a esos trabajadores en el 'viejo continente'.

Errática también ha sido la gestión de Deutsche Bank con Postbank, una entidad bancaria cuyo control pasó a manos del banco de Fráncfort en 2012. Dos años después de esa adquisición, la prensa alemana se hacía eco de las intenciones de Deutsche Bank de revender el Postbank, que emplea a cerca de 15.000 personas. Posteriormente, Cyran acabaría decidiendo integrar ese otro banco. Sea como fuere, la fusión costará miles de puestos de trabajo, según las estimaciones de la prensa alemana.

Problemas de comunicación

Giros de estrategia como ese, o el ocurrido en España, manifiestan “los problemas de comunicación de Cyran, según dice a eldiario.es Rainer Stachuletz, experto en finanzas y profesor de la Escuela de Economía y Derecho de Berlín. ”Cyran es un buen banquero pero la comunicación es su punto débil. Tuvo problemas con la comunicación y lo que ocurre cuando tienes este tipo de problemas es que, al final, nadie te cree“, abunda este experto, antes de aludir al caso de Postbank.

“En el caso de Postbank: se dijo que se vendería, luego que no. Y por otro lado, la parte de banca de inversión en Deutsche Bank sigue siendo muy débil. No ha habido una gran labor de saneamiento. Cyran no ha sido el saneador intransigente que necesitaba Deutsche Bank”, según Stachuletz. “En un gran banco uno tiene que poder bailar con todos esos elementos, y él no pudo hacerlo bien”, abunda este experto.

En palabras al diario conservador Frankfurter Allgemeine Zeitung del austriaco Paul Achleitner, presidente del Consejo de Supervisión de Deutsche Bank, el problema de Cyran es que “le faltaba velocidad”. Velocidad, entre otras cosas, para devolver a la zona de beneficios a una entidad cuya dirección parecía cantar victoria tras anunciarse el pasado verano unas ganancias netas de 466 millones de euros en el primer trimestre de 2017.

Sewing, un banquero con buena reputación

Ese y otros de sus logros, como la recapitalización acometida en 2017 y la difícil navegación del banco ante complicados litigios que ya han quedado atrás, no impidieron la marcha de Cyran. “Con Cyran la empresa ha pasado grandes dificultades, como las multas y demás. Yo creo que eso ya pertenece al pasado, pero el banco no está del todo libre de problemas”, según Stachuletz.

El sucesor de Cyran, Christian Sewing, es un hombre con “buena reputación” en el sector, reconoce Stachuletz. Pero está claro que a Sewing le hará falta mucho más que reputación para corregir el rumbo de Deutsche Bank. En las páginas económicas del diario berlinés Tagesspiegel se señala que el nuevo director ejecutivo tiene los mandos de un banco al que “debe salvar”.

A Sewing se le parece haber acumulado la tarea pese a que acaba de empezar como CEO. Sobre la mesa tiene pendiente desde la mejora del negocio de Deutsche Bank en la banca de inversión hasta la integración definitiva del Postbank, pasando por la modernización de los sistemas informáticos de la entidad.

Stachuletz mira al banco con escepticismo, incluso cuando Sewing lleva apenas unos días como CEO. “Tal vez ahora haya una reestructuración en la que se observe una estrategia y un negocio sostenible, pero, de momento, eso no es así”, concluye el profesor de la Escuela de Economía y Derecho de Berlín.

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