viernes, 19 de junio de 2020
Jueves, 16 de noviembre de 2000

Litófagas: El contrapunto de una realidad absurda

Por Eleonora Menutti | Espectáculo Litófagas
Una atmósfera de aire oriental impregna la sala. Los actores nos reciben en escena. Vestidos con túnicas de estilo japonés y rostros blancos se desplazan lentamente. Poco a poco se va dejando al descubierto el vínculo que los une: dos típicas vecinas de barrio que pasan los días de sus vidas chismoseando. Horadando vidas ajenas para alimentar la propia. Oscar Medina, para llevar a escena el texto de Aldo El-Jatib, combinó el teatro oriental, la pantomima, el absurdo y lo caricaturesco. Con gestos exagerados y voces deformes se cuestiona la realidad y se desarticula el lenguaje. Aunque lo que se diga (el contenido) sea reconocible y cercano, la forma que lo contiene lo aleja, lo distancia. Nunca se vuelven premeditadamente cotidianos. El contrapunto parece ser la estrategia estética de esta puesta. Vestuario, voz, movimiento, gesto y lenguaje: se desarrollan en direcciones diferentes produciendo un contraste. La ropa estilo oriental se opone al diálogo de las vecinas chismosas. El gesto exagerado y grotesco se autonomiza del texto condensando el estado interior de los personajes. Se aleja de la literalidad para dar cuenta de su opuesto. La extrema sonrisa congelada hace emerger un “vacío” desolador. Los movimientos secuenciados y repetidos que realizan los actores ( a modo de coreografía) se independizan de los diálogos inconexos de los personajes. Este contrapunto lejos de ilustrar el texto lo dispara hacia la polisemia y vuelve a la propuesta mas interesante. Los actores logran un excelente despliegue técnico tanto vocal como corporal haciendo de sus caras verdaderas máscaras y de sus voces monstruosidades. Lamentablemente el universo paródico que se logró construir es interrumpido por momentos dramáticos que lo hacen ceder hasta caer en algunos lugares comunes. En estos pequeños paréntesis comienza a filtrarse otro discurso, sobre los desaparecidos. Como en los momentos en que uno de los personajes repetidas veces se pregunta -¿ Y mi hijo?... Parecería que para hablar de este tema tan delicado hay que ponerse serios y solemnes. Creo que esta decisión quita libertad al observador y tiende a cerrar el significado traicionando la lógica propuesta en el comienzo de la obra. ¿Por qué abandonar el “contrapunto” cuando se nombra lo trágico? ¿No sería mas dramático que el personaje se haga la pregunta con una gran sonrisa congelada en su rostro? Creo que así la composición paradójica se diluye corriendo el riesgo de producir un “golpe bajo” que no enriquece a la propuesta. Litófagas: mas efectiva en la parodia que en el drama.
Publicado en: Críticas

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