Viernes, 16 de Enero de 2015
Martes, 24 de Mayo de 2011

Por más que insistan, no me voy a quedar sin bailar

Por Ale Cosin | Espectáculo Perderte otra vez

El nuevo circo, un género con identidad propia en todo el mundo, ha sembrado en Argentina sus arneses, sus camas elásticas, sus trapecios, sogas, telas, su diversidad de rodantes y objetos varios reinventados, tal que contamos con directores e intérpretes de sólida formación y talento renovado. 

Tan fructífera ha sido la adaptación a la Argentina, especialmente en Buenos Aires, de este género aterrizado desde Francia, que el Ministerio de Cultura del Gobierno de la Ciudad creó, para su mejor llegada a todo público, el Polo Circo. También, existen ya dos escuelas que, siendo privadas, encontraron un lugar en la academia universitaria. Son La Arena, unida a la Universidad de San Martín, y la escuela El Coreto, que creó la carrera Artes del Circo en la Universidad Nacional Tres de Febrero.
El nuevo circo se caracteriza, someramente, por una depurada investigación del lenguaje corporal del viejo circo, es decir, la experimentación del vocabulario de la acrobacia, el malabarismo, el equilibrismo, el clown, la danza; combinándolos con una mayor participación de la música y los efectos visuales. A ello se le suma, en el mayor porcentaje de las puestas, la narrativa teatral que propone una ilación dramática a las obras.
Perderte otra vez, ideada e interpretada por Emiliano Dionisi, con la dirección de María Rosa Frega, se inscribe dentro de este género.
Pero Dionisi corre el riesgo, más grande que el de sus acrobacias aéreas, de atreverse al unipersonal. Una decisión acertada fue contar con la mirada externa de Frega. Pero se comprende desde que comienza hasta que finaliza, que el actor, bailarín y acróbata fue quien puso las pautas de la obra. Y por ser ésta la primera de este estilo bajo su creatividad (había hecho Papanatas, pero como director y en el rubro infantil), se dio el gusto de no dejar nada en el tintero.
La pieza es un muestrario de todas sus habilidades con la mayor delicadeza. Quizá entre ellas se destaque el ser un bailarín que provoca vicio en el espectador. No sólo por una técnica perfecta, que toma de su paso por las escuelas de jazz, de tap y danza contemporánea, sino por manejar su cuerpo con una fluidez encantadora que recuerda los clásicos de las películas musicales de los '40 y '50 del pasado siglo.
En realidad, toda la obra es un homenaje al cine de los grandes nombres, de las fulgurantes figuras de antaño que dominaban las destrezas físicas en contra de la gravedad, junto con la danza y hasta el canto, además de la actuación.
En Perderte..., Dionisi introduce algunos gags del cine mudo, los pasos de los musicales, y las escenas en las que se mezclan sueño y realidad. Pero en vez de cantar, hace sonar una selección musical realmente maravillosa, pasando desde la canción italiana de los '70, a boleros y canciones de raigambre latina, hasta disco sounds, finalizando con la motivadora No me voy sin bailar, por Ana Belén, toda una declaración de principios.
Quizá en la actuación el énfasis esté puesto en echar mano a las herramientas del mimo, y en muchos momentos Dionisi peca de sobredosis y hace desbordar al personaje de ingenuidad, pero la ventaja de este recurso es que el resultado es un espectáculo apto para salir con toda la familia y entretenerse todos, sin excepción, y sin metamensajes para descifrar.

Publicado en: Críticas

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