Jueves, 14 de Mayo de 2015
Martes, 16 de Agosto de 2011

Los patos callan de vez en cuando

"Si no hay un yo – reza el rizoma de las Mil Mesetas-, si somos todas multiplicidades, verdaderas poblaciones, masas de devenires: nutrias, osos, prostitutas paulistas en la flor de un bretel, Delias de rimmel descorrido (…).
Sucede que el deseo tiende a instaurar un campo de inmanencia, de pura intensidad (…)" Néstor Perlongher.

Reconozco, es una cita extraña para abrir una reseña de un musical deloff. Pero Cuando callan los patos, se inscribe en un universo muy particular. La remisión a la ausencia del "yo" postula el no lugar. ¿Quién afirma "me gusta o no me gusta"?, ¿quién firma una reseña? No enuncio desde el inexistente "yo", sino desde la multiplicidad. Abandono, entonces, la primera persona.
Antes de ingresar en la sala, unos sujetos con ambos celestes y con barbijo, rocían breve y suavemente a los espectadores. ¿Es tan aséptico el lugar que no hay que contaminarlo? Una vez en la sala se comprenderá la inversión del razonamiento. Y que todo, exactamente todo, está en el lugar opuesto del que "debiera". Se observa, por ejemplo, que los portadores del vestuario mencionado son músicos.
El espacio se puede describir: una especie de basural, en el que cuatro desarrapados de la vida ejercen un acto de clasificación. Al fondo a la derecha, los músicos. A la izquierda y arriba, en algo que remeda una ventana, asoma una mujer.
Podrían estar en cualquier lado, pero hay ciertos datos (como la remisión a Malvinas) que borran esa ambigüedad. Con respecto al tiempo, no es difícil decir que el pesimismo humano lo instala de manera factible en el futuro.
La propuesta porta un subtítulo: Absurdo musical con orquesta en vivo. Y no hay descripción que le siente mejor. Sucede algo, desde el nombre, muy interesante: ¿es un absurdo al que se califica de musical o un musical al que se califica de absurdo? La gramática no lo soluciona, pero las clasificaciones de los géneros sí. Es, evidentemente, un musical, pero el adjetivo que antecede avisa. Y el que avisa no traiciona.
La búsqueda en términos racionales está abortada. Todo el sistema funciona en este sentido y es impecable desde sus propias leyes. Ahora bien: el diálogo es con el musical, es decir, con otras obras que responden a esta clasificación y con las construcciones de verosimilitud del género. Por ejemplo: ¿qué hacen los músicos cuando no tocan? Aquí la decisión está expuesta y es evidente. Se acomodan en la silla, cierran los ojos y apagan la luz. Las reiteraciones, que pueden ser coreográficas o rítmicas, aquí son verbales y gestuales, y a la segunda repetición ya se entiende que se viene la tercera y las demás.
Hay que verlos, por otra parte, llevar adelante las coreografías en tensión con el personaje que cada uno construye (con rasgos diferenciales absolutamente definidos).
El espacio, el vestuario, la música y los músicos, la iluminación, el trabajo corporal, las voces de todos y de cada uno, la coreografía, hacen de este trabajo una fiesta. Una en la que predominan las multiplicidades que denuncian las ausencias del "yo".

Publicado en: Críticas

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