Martes, 13 de Enero de 2015
Jueves, 31 de Enero de 2002

Un listón alrededor de una bomba

Por Andrea Mochnach | Espectáculo Fridas
"Un listón alrededor de una bomba", así calificó André Bretón a Magdalena Carmen Frida Kahlo. Esta es quizás una de las mejores frases para retratar a una personalidad tan potente, contradictoria y apasionante como la de Frida. Esa imagen exterior arreglada y bella que interiormente se encontraba en continua explosión y desarme. Cristina Escofet -autora y directora - y Ana María Casó -actriz y directora- nos brindan la oportunidad de reflexionar acerca de este personaje dejando que su "alma" se filtre entre los atriles, las muñecas, el tequila y el suave sonido de una bella música mexicana. La obra está concebida a modo de collage, donde distintos momentos y temas pregnantes de la vida de Frida se irán juntando, sumando y superponiendo. Se presenta así una propuesta teatral que busca trabajar sobre la idea del armar y desarmar de la trama a medida que transcurre el tiempo ficcional. Esto funciona también como homologación de la vida de Kahlo, durante la cual tuvo que ir haciéndose y deshaciéndose a sí misma. Así también, poco a poco, las hojas que guardan las palabras que Casó recita emulando a Frida son tiradas por todo el escenario una a una como si se deshojara una rosa. El texto dramático surgió a partir de un trabajo que la autora realizó con las pinturas de la artista mexicana – como si fueran confesiones que surgen de las mismas obras pictóricas-. Forma parte de “Arquetipos: modelos para desarmar”, libro de la autora. Es decir, que la obra surge como un entretejido desde sus inicios. Este trabajo resulta de una ponencia de teatro semimontado hecha por Escofet en el Congreso de Teatro Latinoamericano de la Universidad de Kansas del 2000. Algunas pinturas que la inspiraron son: “El sueño y la cama”; “Las dos Fridas”; “Lo que vi en el agua”; “Flor de la vida”; “Yo y mis Pericos”; “La columna rota”; “Pensando en la muerte”; “Mi vestido cuelga aquí”. El resultado es un texto con fuerza poética que nos abre una puerta para bucear en el interior de Frida. Es de destacar el monólogo que metaforizando el trabajo de sístole y diástole juega con la dualidad interna de Frida y sus contradicciones, donde una Frida es adicta al amor y la dependencia -"Tac" será la muñeca/personaje que la representará- y la otra -"Tic"- es desapegada y adormecida. Es interesante esta idea de collage en el que los temas se mezclan y producen intersecciones entre sí. Surge así "Fridas", monólogo que transita por todas esas Frida que son las distintas facetas que conforman este personaje: la relación amorosa con su padre y fría con su madre, la poliomielitis de la infancia que deja su pierna derecha con graves problemas hasta su muerte, el accidente que a los 18 años le cambió la vida al destrozar su cuerpo - gran cantidad de fracturas en su columna y en la pelvis-, el que puede considerarse un segundo accidente que fue el conocer y enamorarse de Diego Rivera con quien se casaría dos veces y tendría una vida tormentosa, los fallidos intentos por tener un hijo, el éxito como artista, su lucha política - si bien nació en 1907, decía que su fecha real de nacimiento era 1910 por la revolución mexicana-, las continuas intervenciones quirúrgicas a las que se vio sometida, su rico mundo interior creado para soportar de alguna manera el dolor y su profunda relación con la muerte. Reflejo de esto es la publicación del 10/06/51 del periódico Novedades donde una nota sobre Frida la representa como "una flor delicada que fue atracada por la desgracia". La puesta en escena de "Fridas" cuenta con una escenografía en la que se utilizan elementos que remiten directamente a los cuadros que sirvieron de inspiración a la autora, por ejemplo: cuelga del techo una percha con un vestido, por otro costado surge también del techo una estructura que funciona como índice de la imagen retratada en “La columna rota”; las muñecas –muy buen trabajo de Adriana Dicaprio- recuerdan inmediatamente a “Las dos Fridas” -cuadro que representa a la amiga imaginaria de la que Frida cuenta en su diario-. Se suman a éstos otros accesorios: un esqueleto mexicano, flores, vaso de tequila, cartas, tres atriles que serán recorridos una y otra vez por la actriz, sombrero, plumas, etc. Todos estos elementos buscan conformar un ambiente que nos remita al contexto Frida Kahlo, pero su acumulación genera un espacio escenográfico cargado que, por el tipo de propuesta poética elegida, puede ocasionar distracción en el espectador. La escritura escénica se torna confusa respecto de la poética de actuación. Esto sucede porque desde un principio la actriz se presenta en tanto tal - "Buenas noches, soy Ana María Casó, voy a armarme y desarmarme a través de Frida Kahlo.."-, es decir que hace un auto-señalamiento de su propia actuación. Inmediatamente se mira en un espejo y comienza a expresar el texto "armándose" como Frida. De ahí en adelante no se evidencia el juego de "armar-desarmar" que se propuso desde el principio porque la actuación queda fija en un mismo tono, misma actitud corporal, e igual ritmo. Es decir, que no se logra ese exquisito vaivén que tendría que suceder entre una actuación deíctica - de auto-señalamiento- y una indicial - aquella que propone el velo de la ilusión teatral-. El distanciamiento propuesto en un comienzo se diluye inmediatamente en el transcurso de la obra, sin poder lograr el efecto de actitud crítica que todo extrañamiento espera del espectador. Esta situación es la que junto con la acumulación de accesorios en el escenario, motiva cierta confusión en la recepción. El uso del canto es un recurso que está muy bien utilizado para el trabajo de distanciamiento planteado -aunque se vea debilitado por lo mencionado anteriormente- e inclusive funciona también como ceremonia de homenaje -Casó canta: "las almas puras son rosas blancas y las que sangran son rosas rojas"-. Otro de los recursos poéticos enunciados en la obra es el hacer que la misma surja como "confesiones desde el cuerpo". Esta es una idea muy fuerte que debería desarrollarse como base sustentadora de la actuación, ya que el cuerpo de Frida fue el centro dramático de su vida. Esto permite que ese mismo cuerpo desgarrado sea uno de los canales a través del cual pueda surgir una expresión más confesional, esa poética del dolor que caracterizó su obra pictórica. Las últimas palabras de Frida -muere en 1954 a los 47 años- escritas en su diario fueron: "Espero que la ausencia sea alegre y espero nunca regresar". Sin lugar a dudas, su ausencia es alegre por el trabajo artístico que ha dejado como legado. Sin embargo esa misma ausencia se transforma en un eterno regreso de la gran Frida.
Publicado en: Críticas

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