La nona

Todos conocemos La nona. Si no en teatro, hemos visto la película. O al menos hemos escuchado de ella. La historia de esa abuela centenaria, italiana, que come todo el tiempo sin parar. Que no escucha o parece no hacerlo. Que lo único que le importa es seguir comiendo. Y su familia, hijos y nietos de esa figura imponente, avasallante, devastadora. Es, sin dudas, una de las obras íconos del Teatro Nacional. Y escrita por uno de sus mayores exponentes: Roberto Tito Cossa. Autor siempre comprometido con su época, dueño de una crítica sagaz, de una mirada que penetra en la realidad cotidiana con la intención de desenmascarar esa cotidianeidad, para mostrárnosla con sus virtudes y miserias. Y siempre con una opinión ideológica muy clara.

En La nona, Cossa nos cuenta una historia aparentemente tragicómica, con los elementos del grotesco. Pero los mayores críticos e investigadores teatrales, entendieron que, como siempre, el autor apuntaba más alto: a desenmascarar quizás, a un sistema e incluso un Estado que devora los sueños y las aspiraciones de sus hijos y nietos.

La vigencia de esta pieza, escrita a mediados de los años, es inngable. La reflexión posterior a leerla o verla es inevitable. Cossa logró otra vez su cometido.

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