Pero que se vea el mar, absurda cuestión de identidad

Es un material de humor negro, a través del cual se toma un vagón decadente de ferrocarril como metáfora social.
Un viaje de seis mujeres sin destino que hacen aflorar lo peor de sí.
El contexto se torna desopilante en un regreso tragicómico de las vacaciones.
Finalmente, el mar como elemento liberador y de esperanza, sobrevolando la atmósfera.

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