Muerte accidental de un anarquista

En una comisaría cualquiera de la Italia de la postguerra se buscarán los motivos por los cuales un anarquista, apresado por sus ideales políticos, se decidiera por acabar con su vida tirándose por una de las ventanas del edificio.
Así, y mediante el juego del equívoco y de la confusión, El Loco, personaje central de la obra y desencadenante de la polémica trama y presente, no se sabe por qué motivos en dicha comisaría hará correr el rumor de que los métodos empleados por la policía para interrogar al desdichado mártir no fueron, precisamente, los más adecuados ni los más humanos. El Loco, introduciéndose con una habilidad asombrosa entre los altos mandos de la jerarquía policial, con embustes y disfraces, hará que los culpables acaben confesando los hechos tal y como ocurrieron en realidad, en una serie de escenas tan cómicas como macabras.
Los mismos culpables llegarán al punto de que no sabrán salir de las trampas que les tiende el peculiar juez y que acaben pillados in fraganti por la incongruencia de sus explicaciones.
Tristemente, la violación de los derechos más fundamentales del ser humano se han dado y se seguirán dando mientras exista el egoísmo y la intolerancia, por lo que esta obra sigue estando en plena vigencia en nuestros días. La libertad de expresión, lo que sustenta supuestamente a las democracias occidentales, queda en entredicho por un Darío Fo que muestra el lado más oscuro de las sociedades denominadas civilizadas, y que no siempre comulgan con unos preceptos tan loables y dignos.
Comprometido siempre en la defensa de multitud de causas sociales, aunque sea a través de su fina pluma, el autor muestra en esta obra, una vez más, las contradicciones de la existencia y convivencia humanas, haciendo reflexionar a lectores siempre críticos e inconformistas.

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