Ypacaraí. Escenas para deshilvanar los trapos del amor.

Esta propuesta teatral construye ficción a retazos. Crea pequeños mundos como burbujas que se elevan, invitando al espectador al universo dramático que se monta frente a sus ojos y que estallará de un momento a otro. Cada burbuja encierra vestigios del amor. Dos personajes evocan accidentalmente a otro, que sin querer ser el tercero en discordia, acciona un recorrido escénico que se repite como un recuerdo mental. Una y otra vez, como una canción en loop.
La acción de deshilvanar es tan precisa como sutil. Sacar la hebra exacta que destartala la escena de amor romántico, la escena del amor recuerdo, la del amor idílico, la del amor secreto.
Ypacaraí es una canción, una poesía que se ha hecho muchas veces. El recorrido de la obra va hacia atrás y adelante de un posible tiempo cronológico.
Cada pieza se enlaza con la que sigue cuando una palabra resuena con otra, como los recuerdos que salen a flote sin lógica aparente.
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Para coser, hay que hilvanar, que es coser suavecito con un hilo finito que se puede sacar. Y ahí está el qué de la cuestión, cuando la costura está situada en el terreno del corazón: si uno quiere deshilvanar... es como si los puntos se hubieran encarnado y dejan marcas indelebles en la tela. Y cuando querés coser otro retazo de vida, volvés a pasar la aguja por el mismo lugar. La pucha. Tener que andar salteando los agujeritos a propósito. Es como escuchar una canción conocida, hecha por otros músicos, con otros instrumentos, con otros ritmos, armonías y todas esas hierbas, y volver a escuchar esa misma canción vieja. No hay caso: volvés a escuchar esa y todas las versiones que vinieron después, todas juntas, superpuestas, en esa nueva versión que estás escuchando ahora.

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