En el camino

“Ahí es justo el momento
de pensar en el destino
si el hombre es un peregrino
si busca amor o querencia
si cumple la sentencia
de morir en los caminos.”


Esto pensaba Atahualpa Yupanqui en su poética, en la idea subliminal del camino como destino del hombre. Él mismo murió andando.
La idea de la libertad y la dicha no tienen una manera única y determinada. Hay
en los caminos un misterio con el que todo hombre fantaseó alguna vez como destino personal. La vida sedentaria, a veces, nos funciona a todos como una cárcel.
El rutinario transcurrir del tiempo, los hábitos repetidos, los vínculos afectivos y familiares, siempre iguales y previsibles, quitan muchas veces sentido al vivir. Cerrar la puerta y agarrar el camino, doblar la esquina y no volver, tentar la suerte fuera de toda lógica previsible, ser el mismo, pero otro; paso a paso, conocer lugares desconocidos, otros seres, otros ámbitos, otras vidas y siempre partir sin tener idea de regreso preciso. La incertidumbre como morada temporaria, el despojo como única certeza que está siempre delante del camino, en el próximo lugar.
Estos tres personajes albergan en sí mismos este curioso misterio, tan poco común a la mayoría. Sus vidas nos interrogan profundamente y nos sorprenden. Hay en ellos la raíz del Quijote y de Ulises. Cada uno a su manera están en el camino, el camionero no tiene certeza del porqué, lo hace como trabajo y lo vive y lo padece por la ferocidad del desarraigo de los afectos.

Siempre intenta volver y quedarse. Cuando lo hace, al tiempo desespera y vuelve a partir. Siempre está partiendo ya es un hombre del camino, es su vida. No lo tiene claro, tampoco se preocupa por explicárselo demasiado, él es un habitante de la cinta de asfalto.
El mochilero es un caminante curioso, buscador de paisajes, ocasional testigo de los habitantes del camino, los camioneros; de sus vidas, su ocasional acompañante, su escucha y cómplice eventual de las confidencias más profundas. En el futuro ¿él será un habitante más de los caminos? No lo sabemos, está ahora en el camino, viene de algún lado y va a otro, busca algo en los caminos. Tal vez sea el más reconocible para el imaginario común.
El vago es el que más fuertemente encarna la idea de libertad sin arraigo en nada, sólo en andar los caminos, el último de los hombres, nada propio, el instante, lo que el día le procura de placer, el mañana no está en sus cálculos. Ni el dónde ni el cuándo. Actitud deliberada, largamente meditada y serenamente decidida sin especulaciones. Sabe qué dejó y por qué. “Un verdadero vago no se pregunta nada, si no, no sería un vago” , afirma en su relato. Es el que más fuertemente nos interroga y desarma el esquema previsible de los hombres del común vivir. El misterio del caminante sin morada, sólo el camino. Estas criaturas humanas, concebidas artística y respectivamente por Jorge Accame y Haroldo Conti, hablan de sus propias dudas existenciales sobre la presunta felicidad de los hombres, de las formas de la búsqueda de la felicidad.
La idea central del espectáculo es preguntarnos desde la soledad del camino cuál es el secreto del vivir, si es que algún ser tiene respuestas ciertas. El interrogante queda abierto. Es una síntesis de las características temáticas que tendrá este espectáculo.
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