El organito

Sinopsis

Saverio, un italiano llegado a la Argentina en el 1900 en búsqueda de una mejor vida, se hace organillero y se dedica a la mendicidad. Así conoce a Anyulina que pedía limosna y robaba en una iglesia. Se casa con ella y hace una sociedad con su cuñado discapacitado para mendigar.

Después de la primera guerra mundial, las costumbres cambiaron en Buenos Aires y la gente quiere divertirse. Los limosneros tienen que renovar sus rutinas para recaudar “la diaria”.

Saverio, después de 20 años decide cambiar de socio y trabajar en una nueva rutina con “El hombre orquesta”. Mientras tanto se le enfrentan sus dos hijos varones que no quieren seguir bajo sus órdenes, y su hija Florinda que sueña con ser bataclana y unirse a la novedosa Revista porteña.

Sumido en una profunda crisis, el protagonista impartirá una guerra contra los mandatos de una sociedad que lo excluye y las pesadumbres de su presente inmediato: la hambruna, el hacinamiento y la miseria.

El organito, es la historia de una familia de lúmpenes, tratando de sobrevivir mientras los condicionamientos, tanto sociales como familiares, los zambullen en lo hondo de su patética y grotesca existencia.

Como diría Enrique Santos Discépolo hablando de su tango Yira, yira “…Grité el dolor de muchos, no porque el dolor de los demás me haga feliz, sino porque de esa manera estoy más cerca de ellos. Y traduzco ese silencio de angustia que adivino. Usé un lenguaje poco académico porque los pueblos son siempre anteriores a las academias. Los pueblos claman, gritan, ríen y lloran sin moldes. Y una canción popular debe ser siempre el problema de uno padecido por muchos …”

“…cuando rajés los tamangos
buscando ese mango
que te haga morfar,
la indiferencia del mundo,
que es sordo y es mudo,
recién sentirás.
Verás que todo es mentira,
verás que nada es amor,
que al mundo nada le importa,
yira… yira…”

Sobre el proceso creativo, por Rubén Pires

La dramaturgia de El organito tiene, a mí parecer, una matriz musical en el manejo del lenguaje. La estructura coral de la obra construye un universo sonoro que, en el proceso creativo, buscamos plasmar.

El grotesco es un género voraz, hambriento, se alimenta de la pasión de los excluidos, tan bien pincelado por los hermanos Discépolo: nos hace reír primero y llorar después. Se construye este universo dramático a partir de la confrontación dialéctica entre el contexto social en el que viven sus criaturas y el ideal que no se alcanza. Es por eso que, más que lo que dicen sus personajes, nos importa aquello que sucede cuando lo dicen.

Ante el cambio de paradigmas que nos acarrea la posmodernidad, el universo de esta obra se nos despliega estéril, seco, polvoriento, burlón y brutalmente irónico sobre nuestra forma de transitar la vida.

Este material, como todo clásico, tiene una contemporaneidad que deslumbra. Por tal motivo exploramos artesanalmente, la utilización del lenguaje, la erosión del mismo, es un lenguaje que solo nos daba indicios de sus secretos, un lenguaje extrañado para nuestros días; indagamos en los ensayos para poder poner en escena lo enigmático y lo profundo que subyace entre las palabras, y desde allí se construyó nuestro trabajo.

Sabemos que la interpretación y la disponibilidad del cuerpo de los actores, puestas al servicio de los avatares que habitan los personajes, desembocarán inevitablemente en un círculo virtuoso de reflexión activa con el espectador. Nuestro deseo es provocar, a través de este humor netamente grotesco y “discepoliano”, un racimo de interrogantes e interpelaciones respecto del irónico campo de batalla que implica nuestra existencia.

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